Lima, 7 de abril del 2004
V:. H:. Claudio Cedeño Araujo
e.s.m.
Reciba usted mi saludo en la Luz del Septrionismo
Muy apreciado Hermano:
¡Por fin encontré el maestro que mi espíritu necesitaba! Exclamé alborozada un día, levantando los brazos llena de júbilos; y escribí la frase en una ficha que guardé celosamente.
Y fue porque sentía que gracias a usted mis vivencias iban encontrando su cance; porque tenía a quien comunicárselas; Porque sabia que serían valoradas en su justa dimensión, y porque, curiosamente, ese destinatario eral el [………] de mi aprecio, gratitud, de mi admiración, y un reto permanente para mi inspiración.
Hermano: Hablar de usted no es nada fácil, porque su ser se agiganta cada vez más y más y siempre consigue escabullirse de una bisoña pluma como es la mía.
Días antes del 7° aniversario de la partida de mi madre, decidí no ir a visitarla al cementerio. ¡Cosas de la Tuca (?) ….!, y también conviene con el conciliábulo de mis nuones no acudir al Parque del Recuerdo a visitar a mi hermana Paquita en el primer aniversario de su transición espiritual.
Pero por cosas del destino, recibí el mensaje de que mi hermana Olivia me había llamado. Me comuniqué con ella, para decirle, a su vez, que Bran iba a venir por la tarde, y que nos haría bien reunirnos en la tarde en mi Dpto. Así sucedió. ¡Cómo te estás perdiendo las reuniones de los domingos con el Hermano! Exclamó. ¡El tema de la soberbia está buenísimo! El Hermano Eusebio está asistiendo. ¡Eres una tonta!…. Realmente que tonta soy! Ya le pedí a la Hermana Pepita que me ayudara a “darle trámite a la melancolía,” que según lo que ella me revelara en un sueño era lo que me estaba atormentando. Según usted, no sólo por la partida de Paquí; Si no porque estaba tomando conciencia de lo que era el adoctrinamiento.
En verdad, cuando más o menos al empezar el año 2002, nos encomendó a la Hna. Nathalie, al Hno. José Gregorio y a mí “dizque a corregir” la lucidación el adoctrinamiento.
Regresé de Lorenia con una tensión tan terrible, que sólo me abandonó después de 7 horas, al cabo de las cuales sentí un olor a incienso. En esos días no sabía por qué me había ocurrido eso. Y empecé a hablarle a la Hermana Pepita. ¡No puede ser Hna. Pepita que nuestras reuniones de los martes y domingos, a la vez que en un deleite, se conviertan en una tortura par mi sistema nervioso! ¡No creo que el Padre quiera que mi afán de adquirir conocimientos doctrinales se conviertan en una tortura! ¡Ya no voy a ir a Lorenia los domingos, y los martes iré un poco tarde para no sentir tanta tensión! Y así lo estuve haciendo. En una ocasión le hablé de mi terrible tensión y usted me hizo comprender la incomparable trascendencia del tema, y así lo voy entendiendo poco a poco. Entre otras cosas me dijo que el Idealismo, del que ya me había curado usted (?) , era parte del adoctrinamiento; y como prueba de que ya no era yo idealista (?) había usted sacado los dos enormes tomos del Quijote que le obsequié, a la sala de ingreso a su casa: ¡Sólo a usted se le puede haber ocurrido tamaño ingenio -tan o más grande que el de Cervantes- para graficar mi cambio! Celebré muy íntimamente ocurrencia tan fina. No quiero tocar por hoy de cómo me fue usted liberando de los aspectos del adoctrinamiento religioso ( católico)- entre otros-que más me hicieron sufrir.
¡Pues las palabras de Olivia tuvieron la virtud de exasperar a mi “yo envidioso”, y decidí ir a Lorenia al día siguiente: domingo 2 de Noviembre. Mi “yo perfeccionista” me azuzaba, tratando de bajar el capote de mi “yo envidioso”, susurrándome que iba para emular y no para destruir, a quien tuviera la osadía de arremeter contra la soberbia; y ya por la noche, con mi lanza en ristre, me dispuse a poner a disposición de usted y de mis hermanos lorenianos, toda la parafernalia de las facetas de mi “yo soberbio” y de mi yo celoso y posesivo2, (que usted me había hecho descubrir en mi, y sobre el que sigo reflexionando, autoanalizándome, y tratando de hacer el seguimiento de tan terribles nuones, y de su ingerencia en todas mis adversidades). Más, en un instante de sensatez, mi “yo conato de alumna3” me recriminó: Además, ¡Cómo no vas a ir cementerio en este día de tanta reflexión trascendental, y olvidando el “champú” que el Hermano te diera el año pasado por no ir a ver la tumba de mi madre! Cogí el papelito con la dirección de la tumba de mi hermana querida y me acosté muy tarde.
Ya en la Comunidad y después de los diálogos alterativos -en los que me siguió tratando precisamente de la soberbia- después del almuerzo, a eso de las cuatro de la tarde, usted sobriamente nos invitó a acompañarlo a visitar el Parque del Recuerdo. Me sentí muy contenta de ir en compañía suya y de la Hna. Natalie, además de los Hns. José Gregorio e Irene (?), Pío Ramírez y Lucia, Marco y Janeth Luna, Isabel Bedoya, Eusebio Ramírez, Lucy y Rodolfo Puraca, y Olivia Inga.
Yo abordé su carro, en el que iba usted con la Hna. Nathalie, y se sumaron los Hnos. Lucía y Pío Ramírez.
Ya al llegar al Camposanto, me acerqué a usted con sana curiosidad, en un momento que la Hna. Nathalie se apartó, y le dije: ¡Las almas se pondrán contentas cuando vino usted! “Yo vengo en nombre de la O. Trimurti y de la O. Septimia, a pedir por las almas buenas, porque no todas son buenas, hay malas también.” Me retiré reverente y meditabunda. Silenciosamente.
Se sentó usted en una banca con las manos apoyadas en su bastón- trípode(como le llamo yo) mirando en la dirección en que estaba la tumba de mi madre. La Hna. Nathalie, también abstraída, miraba en otra dirección. Le dije que iba a ver la tumba de mi madre. Parecía que usted me guiaba con su mirada, pues inmediatamente ubiqué el lugar. Luego le participé mi decisión de ir a la tumba de mi hermana Paquí. Me siguió Olivia, y nos acompañaron los Hnos. Lucía, Pío y Marco Luna. Olivia y Lucía no pudieron contener las lágrimas. Al regresar de allí, vi que usted, se aparto de nosotros y se dirigió al punto opuesto (?), y sentado sobre el dispositivo que su bastón tiene para sentarse, con los pies extendidos, haciendo justamente una especie de trípode, pasó largos minutos contemplando en [……..]. Vestía un pantalón y un chaleco de polar y beige, si no me equivoco, y una camisa manga larga a cuadritos rojos- azules y beis. Me quede contemplándolo largamente. Su figura, totalmente armoniosa. Imposible imaginar lo que veía, pensaba, monologaba o dialogaba, lo que pedía, cómo oraba. Me impresionó la totalidad de su imagen que registraba o intentaba registrar mi vista y mi cerebro; su actitud ensimismada y contemplativa, su aislamiento del resto de los humanos que allí estábamos, su sui-géneris e ingeniosa postura: semisentado sobre el adminículo para sentarse en el que termina su bastón, que creo también es un arma; el silencio reverente de todos los hermanos. Sin dejar de observarlo ni un instante, se me fue agrandando su figura, hasta casi desaparecer lo que me rodeaba y atiné a decirme:
¡ He allí al Hombre!
Salió usted de su ensimismamiento (?) y acercándose a nosotros, que de inmediato lo rodeamos, nos dejo algo así como: ¡Qué triste es constatar que sólo algunas almas tienen una ocupación, como regar el jardín; que la mayoría camina arrastrando los pies, teniendo como único norte el suelo. Por eso hermanos, a ustedes que están prácticamente viviendo los minutos de descuento, invoco su búsqueda para que encuentren el sentido misional de su vida; para que comprendan que el trabajo es la mejor oración; y no estén como esas almas que tienen como único norte el suelo, como único norte el suelo… (La frase seguía resonando en todo mi ser)
Esta expresión calló tanto en mi mente como en mi corazón, que al siguiente día inmediatamente empecé a relatar la tan rica experiencia espiritual, pero se interpusieron otros que haceres, y recién hoy retomo el relato4 (1° de abril).
Pero cuál no sería mi sorpresa que el martes 4 de Nov, al día siguiente, la Hna Nathalie eligió como motivo de reflexión la visita del Fundador y de un grupo de septriónicos al Camposanto referido. Me alegré profundamente porque vino en auxilio de mi magra memoria para retener todo lo observado, aparte de registrar todo lo vivido. Cito parte de la lucidación.
“…….Luego de cumplir con el protocolo ceremonial, el Fundador nos llamó para transmitirnos una preocupación que había vivido durante nuestra permanencia.
Nos dijo que había muchas almas que ensimismadas en sus vacíos existenciales, caminaban con la mirada perdida en el suelo, como si el piso fuese el incierto horizonte de sus perspectivas espirituales, sin ánimo, sin esperanza, con la mirada vacía, sin nada qué hacer. Que sólo se veía a algunas almas con el ánimo radiante que participaban en el cuidado y el mantenimiento de los jardines y en el servicio a sus semejantes, a ellas se las veía jubilosas con amor y dilección.
3……..Nos hizo reflexionar sobre la vida después de la transición. Nos hizo recordar la equivocada creencia de que después de la muerte nos espera un eterno descanso, en la creencia de que el ocio y la desocupación pueden llenar nuestros vacíos existenciales, sin tomar conciencia del futuro espiritual que los espera a todos aquellos que no se han entrenado para participar activamente en el reino de Dios Padre.
(…..)
“……Y recordemos lo que nos dejo Shikry Gama en la lucidación de los Mundos Espirituales: “Antes de pensar en ciclos y paraísos de ociosidad o de placeres, debemos pensar en cielos donde tengamos oportunidad de ser hacedores, constructores, colaboradores permanentes del infinito, de lo Dios y de todas sus potencias; y entonces descubriremos que no hay mayor felicidad que ser útiles al Creador en su propia creación5”
Agradecí y admiré la habilidad de la Hna. Nathalie para rescatar la inigualable experiencia y enriquecerla con los comentarios […….].
Todo el cementerio es de lo más fructífero y esclarecedor. Celebré mucho la rotunda originalidad que eligió.
PARA ESTE CONTUNDENTE COMENTARIO: LA OCUPACIÓN DEL ALMA
(1 DRAE 2ª acep.)
¡Originalismo! ¡Y cierto e indiscutible para nosotros los septriónicos. El solo título es como para remover cualquier conciencia, talvez hasta la “inercia psíquica”, como usted denomina la peor forma de existencia!
Continuó en mi desordenado relato: Cuando usted y nosotros emprendemos la salida del Cementerio, y como sin duda en nuestras mentes había resonado entre otras, la expresión “trabajo de las almas”, la Hna. Lucy Puraca se acerca y me dice: ¿Y la jubilación? La jubilación no existe, sentencio. Se queda pensativa, y yo rememoro la aseveración de usted de que la jubilación es otra faceta del adoctrinamiento. Que jubilación viene de “júbilo” y júbilo de “gozo”. Inmediatamente rememoro una de mis novelas preferidas, leída hace 40 años, más o menos, a poco tiempo de su publicación. La tregua, de Mario Benedetti. Cuando la leí me gustó tanto, que últimamente la adquirí de nuevo para releerla. Novela escrita en forma de diario con el [….] de la jubilación. Uno de sus “días” escribe: “Cuando me jubile, no escribiré más este diario…..” me he deleitado releyéndola y recordando mis vivencias de entonces y del disfrute del estilo de esto insigne escritor uruguayo. Por entonces yo pensaba a los 22 años más o menos, que cuando me jubilara me dedicaría a leer y leer incansablemente sobre lingüística y Literatura, y empecé a comprar todo tipo de libros relacionados con estas especialidades.
Pero no fue eso lo que pude hacer. Pues víctima del adoctrinamiento-diría yo- o de las “Confusiones del humano de estos Tiempos6”, como denomina la Hna. Nathalie en su comentario: Nuestras confusiones, mi jubilación fue un peregrinaje hacia la alineación y casi hasta la buena. Por eso agradezco mucho a la Hna. Natalie que haya citado mi caso en este comentario que me ha ayudado tanto, porque ha sintetizado magníficamente parte de lo que viví. Cito: “Los invito a reflexionar sobre las vivencias de una hermana que eligió la Esp. De Literatura y Lengua Castellana como una profesión que ella esperaba le permitiese la realización de sus aspiraciones (…) Sabemos que hasta la etapa de la jubilación fue una magnífica catedrática. Al abandonar las aulas universitarias se sintió perdida en un mundo de idealismos sin realizar, buscó y buscó por todos los caminos intelectuales para llenar sus vacíos literarios: Las confusiones del hombre moderno la alejaron de la vida espiritual, y pronto se vio sumergida en un existencialismo que la confundió porque no había encontrado realización en su trabajo; más bien, su actividad intelectual la confundió y alejó de su realidad familiar y prosa de una gran confusión psicológica, recurrió a toda clase de terapias psicológicas y psiquiátricas sin encontrar solución a sus confusiones idealisticas.
3….Un buen día, alguien la llevó a visitar a nuestros fundadores en la sede de la calle wakulski. Ignoramos los […] de estos diálogos. Ojalá ella algún día nos ilustre sobre estas vivencias. Ella sabía en realidad que lo que quería en su vida era dedicarse a escribir; pero a pesar de ello no podía lograr sus propósitos7”.
¡Era tal el mundo de confusiones en que vivía que ni siquiera había reparado en que lo que quería era escribir! (?).
A pesar de que ya me lo había dicho un profesor de secundaria; y en la Universidad, otro profesor me detuvo un día para decirme: “Yo le aseguro que a usted le gustaría que le paguen sólo para pensar y escribir.” ¡Me había observado muy bien!
Sufría terriblemente enseñando. Sólo me gustaba buscar el conocimiento; pero no enseñar. Creo yo. Un día, mientras los alumnos rendían una prueba escrita; en plena depresión, anotaba en mi diario: Escribir algún día sobre “Él [sin sentido] de un dictado de clase”.
De hecho, como usted me reveló un día, cuando inquirí un día por mi “Yo shílico”, que sutilmente había usted denominado a uno de mis nuones; recuerdo que después de pensar largo rato, arremetí: “Hermano, ¿Cuál es mi “Yo shílico? ¿Soy avara, miserable, tacaña,…..?” Y dijo usted sin mirarme: “Ni el conocimiento lo has dado con cariño”. Y ha sido y es una gran verdad. Pero ya no me preocupa tanto el hecho de dar el conocimiento, sino el NI que le precede. ¿Quiere decir que nada he dado con cariño? ¿Qué terrible!
¿Es que tengo una incapacidad para dar con cariño”. Me pregunto: ¿Qué tengo para dar, y para dar con cariño?
Al salir del Parque del Recuerdo, volví a abordar su carro, acompañada por la Hna. Lucía y el Hno Pío. Todos silenciosos- Rompe el silencio para pronunciar la frase que más me había impresionado de toda su reflexión en el Cementerio: “¡Hermano, si no hubiera sido por Man-Ko-Kali, que se apiadó de mí y me condujo a Wakulski, qué sería de mí en estos momentos!”-Seguirías mirando el techo como estabas antes- fue su respuesta. ¡Qué terrible fue para mí esta afirmación, y a la vez que motivadora!
A la Hna. Lucía le dijo usted que ella seguiría cociendo. Yo me preguntaba: ¿Y yo qué voy a hacer si aquí no estoy haciendo nada? Era el último coletazo de mi “Yo conspirador” (ASURI 1ª acep.) para justificar mi pereza o mis noluntades. Lo cierto es que me sentí un tanto hipócrita, al exclamar talvez exageradamente o muy sinceramente. Talvez confusamente lo que dije a la intencionalidad con que lo dije. Talvez esperaba de usted que me dijera: Estas haciendo algo provechoso. Pero usted no es de los que regala cumplidos, ni tampoco la acepta; si uno no hace el esfuerzo de plasmar en hechos lo que piensa o desea. Esto lo advertí, cuando viviendo en la Comunidad de Lorenia, en el Primer Encuentro Educacional, tuve a mi turno la palabra para exponer cómo había motivado mis clases. Referí que trataba de transmitir a mis alumnos el mismo entusiasmo con que yo había descubierto el saber (?), o con el que yo había advertido en los buenos maestros que tuve. Cuando, entre ellos, osé mencionarlo a usted y a la Hna Pepita, como mis mejores maestros, sentí que me dio un chicotazo con la lengua; antes que terminara de hablar, y me dijo, como siempre sin mirarme, : “Escríbelo”.
Nuevamente al escribir, y de hecho me siento bien haciéndolo. Si mis profesores del colegio y de la Universidad se equivocaron; no creo que usted me persuada hacer algo que no puedo hacer.
Hermano: De hecho no quisiera pasar la eternidad teniendo como único horizonte el piso o el techo. Será que he vivido tanto tiempo así; pensando 4 veces en el suicidio; que esa expresión suya no me dejó percibir casi nada más de lo que ese 2 de Nov. dijo.
Por fin puedo transmitirle mis vivencias de ese día y de todas las que se han asociado a ellas; y le ruego encarecidamente que me ayude a encontrar el sentido misional de mi vida.
Fraternalmente,
Antonieta Inga del Cuadro